Una de las virtudes más grandes de un empresario es su
determinación para emprender y acometer asuntos, pero esto también puede ser
una debilidad a la hora de elegir el rumbo.
La Palabra de Dios nos enseña que “cuando no hay visión el
pueblo se extravía” (Pro 29:18) por eso la mayoría de los consultores
empresariales consideran que uno de los puntos más importantes para el éxito es
la capacidad de mantenerse enfocado.
Por lo tanto, la fuerza y la contundencia serán determinadas
por la persistencia en el enfoque. Mientras que uno de los mayores enemigos es
la distracción que proviene cuando se presentan delante de las
personas otras opciones, o nuevos
proyectos que pueden parecer muy atractivos y adecuados.
¿Cómo podemos ponderar hacia dónde debemos enfocarnos?
¿Qué cosas me pueden ayudar a enfocarme en lo más
adecuado para mi persona, empresa o ministerio?
1.
Lo primero que debes hacer.
Es muy bueno oír
sugerencias sobre lo que podemos hacer.
Sin embargo lo primero que
siempre debemos hacer: es pedir la dirección
a Dios.
Dios nos creó con el propósito de tener alguien con quien
desarrollar sus planes e ideas. Aunque nos cueste trabajo creerlo, Él siempre
está esperando ser invitado a nuestros proyectos para hacerlos grandes y
perfectos. El problema es que muchas veces
estamos acostumbrados a caminar solos y a confiar más en nuestras fuerzas,
aunque éstas sean pequeñas, que en el gran poder y sabiduría de Dios.
En virtud de lo anterior, lo más importante es pararnos en
la siguiente promesa de Dios:
Salmo 32.8
(NVI)
8 El SEÑOR dice: «Yo te instruiré, yo te mostraré el camino
que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti.
Hay que permitirle al Señor que nos enseñe, afine nuestro oído espiritual para poder identificar su
consejo, dirección e instrucciones muy precisas en los momentos cruciales.
2.
El ejemplo de Cristo
Por otro lado la manera más segura de elegir el punto hacia
dónde debemos enfocarnos es seguir el ejemplo de Cristo.
Cuando tenemos proyectos e ideas en la cabeza y opciones por
las cuales decidir, ¡imaginémosle a Él!,
que es la inteligencia más grande que existe.
Jesús no sólo tiene muchas opciones sino que tienen la
capacidad para atender todas sin distraerse. Sin embargo Él estableció un
proyecto y decidió comprometerse cien por ciento con él, porque su proyecto se
llama: “El Establecimiento del Reino de los Cielos en la Tierra.”
Cristo se hizo hombre por causa de este proyecto, dejó su
trono y sus privilegios y durante 33 años, estuvo en la Tierra, trabajando para
establecer las bases que proporcionaron el éxito del establecimiento de un Reino
perfecto en un mundo imperfecto; al final tuvo que ser cargado con nuestros
pecados, morir en nuestro lugar, para resucitar al tercer día y obtener todo el
poder y la autoridad que se necesitaban para garantizar el éxito del mismo.
Por eso El declaró:
Mateo 6.33
(NVI)
33 Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.
Si Jesús optó por el enfoque, ¿no sería sabio que nosotros
también lo hiciéramos?
3.
Cristo y los negocios
Mucha gente dice: ¿Puede Cristo, que nunca hizo negocios,
ser mi pauta para los negocios?
Primero que nada Jesús se crio en el entorno de una empresa
familiar, su padre terrenal era carpintero, que en realidad correspondía a lo
que en nuestra época llamamos constructor y Él también lo fue hasta que comenzó
su ministerio a los 30 años.
Por otro lado fue Jesús quien estableció la plataforma para
que existieran los negocios. El entorno
económico existe porque Jesús así lo dispuso y son sus principios los que están escritos básicamente en el Antiguo
Testamento. Así como son los responsables del éxito económico de los judíos y los
que nos enseñan las pautas para el extraordinario funcionamiento de todas las
empresas.
Por último Cristo es el fundador y Director, que también se
le llama Rey, de la Empresa más grande en el Universo: El Reino de los Cielos
en la Tierra.
¿De veras pensamos que no nos puede enseñar de negocios?
Por lo tanto podemos hacer
de Jesucristo el Empresario Modelo y e invitar al Espíritu Santo a ser
nuestro Coach personal en los negocios.
4.
La elección de Cristo
¿Qué fue lo que determinó la elección de Cristo?
¿Qué principio actuó para que Jesucristo decidiera
enfocarse en este proyecto?
¿Cómo decide un Empresario con Biblia su punto de enfoque?
Cristo decidió y decide siempre por el principio del Mayor Bien.
¿Qué quiere decir esto? Que de todas las cosas que podemos
hacer, hay algunas que van a producir un mayor beneficio que otras. No
necesariamente serán las más placenteras o en las que estás más entusiasmado.
Son las cosas que, de acuerdo con tu diseño y las circunstancias, van a
producir la mayor cantidad de cosas buenas posibles.
Este criterio fue el que permitió que en algún instante de
la Eternidad, Dios, decidiera crear al ser humano y todo el proyecto del Reino
de los Cielos en la Tierra, porque de todo lo que Él podía hacer, este proyecto
es el que más provecho traería a los más seres humanos posibles. Y lo cierto es
que tú y yo y muchísimos más hemos sido beneficiados con esta determinación de
nuestro Gran Dios.
Así es como definimos el Principio del Mayor Bien:
De todas las cosas que se tienen
que hacer, en lo que nos tenemos que enfocar es en lo que va a producir mayor
beneficio en todas las esferas de influencia.
¿Cuáles son esas esferas de influencia? Y ¿Qué debemos
considerar?
En la esfera económica, debemos considerar en qué
lugar somos más hábiles para generar
recursos económicos, para el Establecimiento y Avance del Reino de los Cielos
en la Tierra.
En cuanto a lo social,
es importante movernos hacia donde nuestros dones y talentos van a beneficiar
al mayor número de personas.
En cuanto al ámbito
espiritual, debemos ubicarnos en el
lugar donde podemos cumplir con nuestra Misión en la vida.
Mientras que no debemos descuidar el aspecto familiar. Así que el lugar de Mayor
Bien tiene que empezar por traer bienestar a nuestra familia y puede ser también
un lugar en donde sus miembros puedan desarrollarse sanamente.
Y en cuanto a área profesional,
es muy importante enfocarnos en el lugar en donde somos únicos, por lo tanto
somos altamente eficaces.
En conclusión:
¿En qué voy a enfocar todos mis esfuerzos y todos mis
recursos?
En aquello que produzca los mejores beneficios: a este mundo
en el que vivo, a las personas a las que puedo afectar, al establecimiento y
avance del Reino de los Cielos en la Tierra y a la construcción de un
patrimonio para la eternidad, o sea, lo que Jesucristo definió como Tesoros en
el Cielo.
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